Francis Underwood tiene un único objetivo: El Poder. No un poder cualquiera, él quiere El Poder. En el camino hacia la Casa Blanca, Francis y su leal, implacable y bellísima esposa, Claire, derribarán cuantos obstáculos se les presenten con tal de conseguir su propósito, aunque para ello tengan que cometer cuantas vilezas sean necesarias.
Frank ha logrado enterrar su conciencia en lo más profundo de su ser después de un largo y tortuoso periplo político. Si acaso, se comunica con los telespectadores contándoles sus confidencias y su planes; la única forma de desahogo que ha encontrado.
Todo el plan que han diseñado Frank y Claire se cumpliría rigurosamente si no fuera porque un grupo de periodistas de un medio de comunicación online de Washington sospecha que Underwood ha cometido un crimen. La insistencia de aquéllos en la investigación de la muerte de un congresista pone en peligro el objetivo para el cual Frank lleva tantos años trabajando.
Nada nuevo bajo el sol. La lucha por el poder es tan antigua como el ser humano. Primero en las cavernas, luego en los castillos, más tarde en los palacios y en la actualidad en los congresos de los diputados.
El periodismo nace en su día para contar lo que sucede. Con la instauración de las democracias modernas se va trasformando en un contrapeso del poder político, que tendrá mucho de democrático, pero poco de ético en numerosas ocasiones como House of Cards demuestra con nítida crudeza. El poder político prefiere una prensa dócil, que una independiente por motivos obvios. Siempre ha querido, ha intentado que así fuera y muchas veces, como decía Orwell, ni siquiera ha hecho falta que el político haya sido muy explícito para que el periodismo, libremente, se mantuviera cercano al poder.
Con el surgimiento de internet ha cambiado la forma de transmitir información y opinión. Los medios de comunicación, casi dos décadas después de la expansión de internet, siguen buscando la forma de hacer económicamente rentable el periodismo tradicional con las posibilidades de la inmediatez y universalización de la información que ofrece la Red. El éxito o el fracaso de la resolución de este problema está marcando la independencia o dependencia, según el punto de vista desde el que se mire, de los grupos de comunicación actuales. Las posibilidades de que los ciudadanos podamos contar con unos medios de comunicación independientes serán escasas mientras no sean económicamente independientes, o lo que es lo mismo, mientras dependan económicamente del poder. La independencia económica no garantiza la libertad de los periodistas ni de los medios, pero ayuda.
Los grupos de comunicación buscan su sitio, esto es su negocio, mas no lo han encontrado todavía. De que lo encuentren definitivamente dependerá de que sigamos viendo portadas diseñadas para vender periódicos o portadas diseñadas para informar. De que lo encuentren definitivamente dependerá que no tengamos que escuchar tertulias radiofónicas que se centren en la incipiente carrera de un futbolista del Real Madrid, en vez de valorar, en su justa medida, la histórica victoria del Atlético de Madrid en Milán. De que lo encuentren definitivamente dependerá que los informativos deportivos de televisión dediquen su tiempo a informar sobre los hechos y acontecimientos más relevantes del deporte, en vez preguntarle a Simeone si le gustan más las rubias o las morenas. De que lo encuentren, en definitiva, dependerá su libertad de expresión y nuestra libertad de información.
Imagen: póster de House of Cards, serie protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright. Producida y emitida en Netflix.