Estaba todo decidido. El Barcelona ya era campeón de Liga desde anoche y el Atleti alcanzó el tercer puesto el miércoles. La final de la Copa estaba a la vista y también condicionaba el partido. Ningún aliciente competitivo, así que no hubo fútbol. Pero en juego estaba el prestigio de dos instituciones históricas. Una de ellas con unos últimos 20 años espectaculares, la otra de capa caída, en un declive absoluto, por más que esta temporada hayamos sacado un poco la cabeza.