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Los partidos entre el Atlético y el Sevilla siempre son partidos cargados de tensión, partidos declarados de alto riesgo por la Federación en los que una victoria vale más que 3 puntos. En este partido en concreto la victoria valía siete u ocho puntos. Dos equipos que empezaron fuertes y se han ido desinflando con el paso de las jornadas y que ahora se ven envueltos en una lucha por alcanzar la séptima plaza que da derecho a jugar la próxima edición de la Europa League.

Quique dijo ayer que traicionó a un hijo que le había dado dos títulos en referencia al cambio en el sistema de juego que desarrolló el Atlético de Madrid. Un técnico que ayer recibió muchas críticas precisamente por eso, por modificar el guión que tan buenos resultados dio la temporada pasada. Unas críticas excesivas teniendo en cuenta que en enero todo el mundo daba al Atleti más cerca del abismo que de la tierra firme y que siete meses después cuenta con dos títulos europeos y un subcampeonato de Copa del Rey.

Barcelona será una de nuestras ciudades recordadas. Como antes lo fue Glasgow, Bruselas, Stuttgart, Hamburgo o Zaragoza. Lo que se vivió el miércoles en Barcelona perdurará por siempre en la memoria del Atlético de Madrid, del fútbol español y del fútbol mundial. Si nadie me recuerda lo contrario, nunca antes un club de fútbol había desplazado a tal número de seguidores para ver un partido de fútbol.

El Atlético ganó al Sevilla su cuarto partido de la temporada. Dada la falta de victorias, la de ayer se recibió con gran alegría por la afición rojiblanca tan castigada durante este curso. Ayer observé varias cosas buenas que de repetirse, pueden hacernos salir del pozo, y algunas malas, éstas ya demasiado reiterativas.

Anoche era una de esas, cada vez menos frecuentes, que estaba dispuesto a salir a tomar unas copitas coincidiendo con la noche de carnaval. No es que yo disfrute mucho con el asunto de los disfraces pero para una noche que puedo, no la iba a desperdiciar. Me ilusionaba pensando que podía ser una noche perfecta si ganábamos al Sevilla y después tenía un poquito de fiesta.

¿Hay algo más deprimido que tres tristes tigres? Tres atléticos tristes volviendo a su casa, por la A42 después de perder un partido. Al dolor de la derrota hay que sumarle que es domingo, noche cerrada y que al día siguiente madrugan. Y entonces, se consuelan mutuamente mientras van pasando los kilómetros.

Gran alegría la que nos dio ayer el Atleti. Por la importancia del partido, por lo inesperado. Hace tiempo que el Atleti no ganaba un partido de esos de los que tienes que ganar si queremos estar arriba, si jugar la Copa de Europa no sea un acontecimiento, sino una costumbre.

Y lo hizo por táctica, por técnica, por fútbol y por narices. Las del Kun Agüero, que ayer se las partieron.

Una imagen que resume la entrega de todos los futbolistas en general, que salieron mentalizados para ganar un partido, y lo hicieron. ¡Ay, si fuera así todos los partidos!