Un lunes de resignación iniciaba una semana cuyo final era difícil de esperar. No voy a negarlo, fui de esos que perdieron la fe, que apenas encontraban un reducto de confianza en aquellos que te habían enterrado con decenas de decepciones.
En momentos así la melancolía y el tedio me ayudaban a ponerme una venda, no en la herida, sino en todas aquellas cicatrices que me ha dejado mi Atleti.