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Yo confieso

Falcao llora al lado de Simeone en la final de la Copa del Rey

Un lunes de resignación iniciaba una semana cuyo final era difícil de esperar. No voy a negarlo, fui de esos que perdieron la fe, que apenas encontraban un reducto de confianza en aquellos que te habían enterrado con decenas de decepciones.

En momentos así la melancolía y el tedio me ayudaban a ponerme una venda, no en la herida, sino en todas aquellas cicatrices que me ha dejado mi Atleti. Este Atleti impuesto y distinto pero que sigue siendo Atleti.

Quiero ser honesto. Al igual que esos sentimientos pesimistas de boquilla me embargaban había un maldito demonio dentro de mí que era difícil de silenciar: «y si es esta vez…», me decía cada momento que relajaba mi lucha.

No quise tener fe. No quise creer. No quise sentir. Pero lo malo no es querer, lo malo es no poder evitar, y los atléticos, desde hace mucho tiempo para bien y para mal no podemos evitar ciertas cosas.

Hubo aficionados que siempre creyeron que se podía porque ya no les duele perder.

También los hubo porque sabían que lo duro es lo que hay al otro lado, en el mundo real, y que esto solo es fútbol y emociones que ayudan, pero no resuelven.

Otros, creyeron porque llevan dentro la máxima de que un atlético no se rinde.

También hubo, los que solo creían en la estadística y que alguna vez tenía que salir el rojo después de 14 negros seguidos.

Y al final, los escépticos mentirosos. Mentirosos como yo, que aceptan la condena inquisitoria de no decir lo que sentía. Expresar que no con la cabeza, mientras la falta de saliva y la ansiedad crecía a cada minuto que se acercaba la hora del partido. Por mucho que hubiese querido, la prudencia no me iba a impedir sufrir y emocionarme.

Y comenzó el partido y sentí frustración, fe, rabia, añoranza, angustia, ilusión, esperanza, tranquilidad y satisfacción.

Y terminó el partido, y me acordé de mi primo de 6 años, de mis amigos que pagaron una escandalosa entrada porque creyeron más que nadie. Y los quise a todos. Congelé mi vida, la inmortalicé y aprendí la lección que nunca se aprende.

Y es que hay algo más difícil que negar la evidencia, y es, negar que el Atleti es un sentimiento.

Atlético de la vieja escuela. Un gol de rubio, una falta de Landáburu y el espíritu de Arteche. Los videojuegos mi profesión. El cine, modelismo y humor canalla mi pasión

Comentarios (5)

  1. Atleti campeón!

    Pasar una semana terrible, «decir que no» cuando una parte de ti tenía fe en el sí. Creo que por mucho que me duela admitirlo llegué a desistir… Mentí, mentí mucho a aquellos que me preguntaban si el atleti iba a ganar. Les decía que no, pero mentía. Sabía que algo dentro de mi creía, y ello lo demuestra el que reservara todo mi sábado para una posible celebración en Neptuno. Sino hubiese creído ni lo más mínimo en la hazaña, no hubiese reservado todo el día 18 para el Atleti, MI ATLETI.

    • José Valera

      El Atleti es un equipo de piel y por más que uno quiera racionalizar o pasar de puntillas por él, es imposible.

      No lo digo en el artículo pero hasta aposté por la victoria y eso que nunca lo había hecho.

      Un abrazo

  2. Han sido muchos años muy duros, sin ninguna alegría al enfrentarnos a nuestro gran rival, pero finalmente hemos podido venderles, sobre todo en el momento perfcto, una final y en su estadio, mejor, IMPOSIBLE!!!

  3. Dios…hacía mucho que no leía un articulo tan acertado y rico emocionalmente…Felicidades y gracias.

  4. Este es sin duda la pieza favorita de tantas buenas que tienes, soy miembro fundador de la peña atletico de madrid NYC….. Has resumido todo lo que sentia tOda esa semana….. Subi este articulo a mi FB el mismo dia que lo publicaste, y siempre me emociona al leerlo!!!! Que grande!!….. Aca en NY se lloro de alegria tambien… FORZA ATLETI!!!