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Acudía la parroquia rojiblanca al Calderón con la idea de que una victoria nos dejaba matemáticamente clasificados para dieciseiavos de final de la Europa League. La afición ya no sabe en qué estado de ánimo acude ni por qué acude, pero acude, si bien en menor número del acostumbrado. A pesar de eso, y quizás picados por los cánticos griegos, parecíamos más de los que en realidad éramos.

Los últimos tres partidos de Liga del Atletico de Madrid se parecen mucho a cuando un hombre trata de ligarse a una chica. Durante un tiempo has sido detallista, generoso, educado has preparado el terreno de una forma cuidadosa. Y llega la noche de la verdad. La has invitado a cenar, tienes tu casa perfectamente aseada, las sábanas limpias y cuando consigues llevártela a la cama y llega el momento sublime, zas, gatillazo al canto y te quedas más palido que Iniesta.

Hacía mucho tiempo que los animales sentían curiosidad por saber a qué sabía la luna. Por las noches miraban ansiosos hacia ella deseando probarla, pero ni el animal más grande de todos conseguía arrancar un trocito de luna. Un buen día, la tortuga subió hasta la montaña más alta para intentarlo. La tortuga estaba más cerca de la luna, pero ni aún así logró alcanzarla.

Acudía la parroquia rojiblanca al Calderón con la mosca detrás de la oreja tras el gatillazo en el derbi el pasado domingo. Y no le faltaba razón para tenerla cerca del pabellón auditivo, a la mosca digo. Demasiadas temporadas con la liga perdida demasiado pronto. Y si el que te saca de la lucha por la competición es el eterno enemigo, todavía con más razón para estar mosqueada.

Les voy a confesar una cosa: el gol de ayer de Tiago fue el que he cantado con más fuerza y rabia de todos los de esta temporada, a excepción de los dos de la final de la Supercopa de Europa. Porque me parece que puede ser trascendental para el desarrollo de esta competición y de toda la temporada y por la rabia contenida después de ver el partido que estaban haciendo los nuestros.

Durante estos días he leído bastantes críticas al juego del Atleti en el partido del domingo. A mí me parecen injustas, puesto que la primera parte se desplegó un juego bastante aceptable. Muchas ocasiones y pocos goles, eso sí. Tan pocos que después de 45 minutos íbamos empate a uno.

Kun, Kun, Kun, Kun. Es el grito de guerra del Calderón. Nada más salir a calentar se escuchó este cántico. Deseosa estaba la afición de ver de nuevo a su ídolo. Demasiado tiempo sin él. Más de lo deseable y más del que nos podemos permitir. Si me hago 150 km todos los días que juega el Atleti en casa, es en buena parte por ver al Kun. Podrá estar más o menos acertado, pero desde luego que uno no puede despistarse con el vecino de asiento si el argentino está sobre el terreno de juego.