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Yo pensaba que pasaría mucho tiempo antes de que volviera a ver y a disfrutar un partido como el del Barcelona. Pero, mira tú por donde sólo han pasado dos semanas y ha vuelto a ocurrir. Hoy el Atlético ha dado una lección de fútbol, de fe y de confianza en la victoria. Sencillamente genial, sencillamente espectacular.

Si el fútbol fuera una cuestión de estadísticas donde el resultado estuviera predeterminado, donde no se tuviera en cuenta los aciertos y los errores del propio, del contrario y del árbitro, el Atlético de Madrid hubiera salido anoche del estadio de Chamartín con una abultada victoria. Pero, afortunadamente el fútbol por encima de todo es un juego impredecible y emocionante.

Rompan todos los manuales de fútbol que tengan, ríanse de los teóricos del fútbol. Todas las crónicas que han escrito diciendo que esta temporada estaba casi perdida, borrénlas de sus blogs. El fútbol es un deporte mágico. La mayoría de las veces está sujeto al miedo a perder, a los rigores tácticos de los entrenadores, pero si todo esto se olvida y sobre el campo juegan el Atlético y el Barcelona, prepárense a ver un espectáculo deportivo único.

Anoche era una de esas, cada vez menos frecuentes, que estaba dispuesto a salir a tomar unas copitas coincidiendo con la noche de carnaval. No es que yo disfrute mucho con el asunto de los disfraces pero para una noche que puedo, no la iba a desperdiciar. Me ilusionaba pensando que podía ser una noche perfecta si ganábamos al Sevilla y después tenía un poquito de fiesta.

Está muy de moda en el lenguaje coloquial y mucho más en el publicitario emplear superlativos del tipo cuponazo, libretón. El lenguaje del fútbol no se libra de esta forma de hablar. Así es frecuente escuchar que tal o cual portero ha hecho un paradón o que fulanito ha lesionado a un contrario haciéndole un entradón.

Los profesionales del fútbol suelen decir una frase que odio profundamente. Es aquella que dice prefiero jugar mal y ganar que jugar bien y perder. Analizar la fracesita de marras nos llevaría mucho tiempo y no es cuestión. Yo completaría la frase de otro modo y diría: prefiero jugar mal y ganar que jugar mal y perder.

Al menos tened la decencia de llorar. Como lo ha hecho hoy Federer en su derrota ante Nadal. Un tenista que ha ganado trece torneos del Gran Slam, que lo ha sido, y sigue siendo todo en el tenis, pero que aún sueña con seguir ganando y triunfando. Llora por amor propio, por una ambición aún insatisfecha, por espíritu de superación: la esencia del deporte.