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Aclaro, antes de nada, que no pude ver el partido. Me niego a pagar 12 € a la televisión que nos trata tan mal a los atléticos. Toda su estrategia empresarial, en cuanto a retransmisiones futbolísticas, se basa en retransmitir partido del Madrid y del Barcelona, pues conmigo que no cuenten. Entre el Sevila y el Atlético, eligieron el Sevilla.

Una vez enterados de la joyería en la que compra Sergio Ramos su pendientes horteras, lo que le mide a Ronaldo cuando se despierta por la mañana, quien es el peluquero de Pellegrini y cuál es el centro de estética al que acude a diario Iniesta para tener ese bronceado envidiable, podemos salir de la burbuja a la que nos avoca la tortura informativa a la que somenten al pueblo en un Barça-Madrid.

El Atlético se ha montado en un autobús que empieza a coger velocidad en la autopista hacia el infierno. Una autopista que tiene muy pocos cambios de sentido y unas salidas estrechas y arriesgadas. Sobre la marcha, hemos cambiado de conductor, pero aunque es pronto, aún no ha sido capaz de dar el volantazo que necesitamos para abandonarla. Vamos devorando kilómetros y no se advierte ningún cambió de rumbo.

Empezar a jugar en el minuto 75 del partido es dar mucha ventaja al equipo contrario. Si además el este equipo en el Real Madrid, pues todavía se antoja más complicado. Si sumamos a todo esto que el Atleti demostró que en sólo quince minutos pudo hasta ganar el partido lo que todo esto genera es una rabia contenida de proporciones siderales.

Después de nueve jornadas, el Atlético no sale de los puestos de abajo de la clasificación, demostrando que es muy difícil romper una tendencia de resultados. Unas veces por indolencia, otras por falta de fortuna, otras por vete tú a saber qué, el caso es que ahí estamos sumidos en un profunda depresión que no sabemos cúando terminará si es que termina.

Si creíamos haberlo visto todo dentro de un campo de fútbol: el gol de Maradona, un cabezazo a un contrario en una final de un Mundial, pisotones, escupitajos, peleas, un balón que rebota en balón de playa y acaba en gol, estábamos equivocados. Con el Atlético siempre hay un más allá, una frontera que traspasar, un Rubicón que cruzar, un ridículo más, una risión tan lamentable como escandalosa.

Algunos que seais casi tan ancianos como yo, recordaréis aquel chiste que se inventó el pueblo y que decía que el ministro Fernando Morán, de la época de Felipe González, al llegar a Moscú en viaje oficial, preguntó qué temperatura hacía: 0 grados, le dijeron, a lo que él respondió ¡qué bien!, ni frío ni calor.