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Simeone acudió a sala de prensa como era de esperar disgustado por la derrota inesperada contra la Real. Estuvo excesivamente a la defensiva en dos preguntas sobre el gol anulado y sobre Oliver Torres, que inexplicablemente se ha convertido en tema semi tabú en el Atlético de Madrid. Especialmente destacable la respuesta sobre el canterano extremeño. Por extraña e innecesariamente polémica en nuestra opinión.

El técnico rival francés, se deshizo en elogios hacia el Atlético de Madrid al que no dudó en calificar como el mejor equipo local en Europa y tildó la victoria donostiarrra de hazaña.

Sin competición europea las semanas se pueden hacer muy largas a los seguidores rojiblancos salvo que la actualidad informativa del club sea intensa, como ha sido el caso de esta semana donde se ha anunciado la renovación del Cholo y se ha concretado el lugar y la hora de la final de la Copa del Rey. También se puede minimizar la falta de Atleti entre semana si el equipo sale a alegría semanal en Liga. Primer objetivo: ganar a la Real Sociedad.

El partido agonizaba con el empate en el horizonte. Ni la Real Sociedad, que había sido mejor durante la mayor parte del encuentro, ni el Atleti que anduvo despistadísimo habían encontrado la portería rival. Cierto es que teniendo a Falcao vistiendo la camiseta de tu equipo, uno está muchísimo más tranquilo que de lo que sería razonable. Pero el colombiano había estado demasiado solo. Adrián y Raúl no habían sido los acompañantes que el Cholo había diseñado en la caseta.

El 21 de enero de 2012, hace exactamente 9 meses, el Atlético de Madrid visitaba Anoeta en una crisis deportiva y de identidad. Eliminados de la Copa del Rey por un 2ªB, ocupando la zona media de la clasificación, sin victorias fuera de casa (al igual que los equipos que ocupaban las dos últimas posiciones), lejos de los objetivos marcados a principio de temporada… El club había roto recientemente con su pareja, Gregorio, tras una corta temporada de discusiones, desengaños y acusaciones cruzadas. Entonces apareció Diego Pablo y el Atleti decidió darle una oportunidad. Allí, bajo el cielo donostiarra, se produjo la concepción.

Dedicar todo un domingo precioso del mes de abril al Atlético de Madrid y levantarse, la madrugada siguiente, un buen rato antes de lo debido a escribir lo que viví ayer, deben de ser dos síntomas claros de locura. Por ahora, no asisto a ninguna consulta psiquiátrica mientras llega, no llega el requerimiento de algún centro especializado que reclame mi presencia disfrutaré haciendo lo que más me apetece en este momento, que es contárselo. Y, al mismo tiempo que se lo cuento, revivirlo.

Hacía mucho tiempo que los animales sentían curiosidad por saber a qué sabía la luna. Por las noches miraban ansiosos hacia ella deseando probarla, pero ni el animal más grande de todos conseguía arrancar un trocito de luna. Un buen día, la tortuga subió hasta la montaña más alta para intentarlo. La tortuga estaba más cerca de la luna, pero ni aún así logró alcanzarla.

Ayer los futbolistas parecían resignados a que este partido no lo podíamos ganar. Y era cierto, es el típico partido que el Atleti no gana. Pero creo que es contraproducente anunciarlo tanto. Hay que acabar de una vez por todas con el pesimismo.

Creo que faltan futbolistas que asuman la responsabilidad en los partidos que se ponen tan feos. Partidos que entran en una dinámica que es muy difícil cambiar y que sólo los mejores están destinados para hacerlo.