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La verdad es que no tenía intención de escribir este post pero al leer el artículo de Damián Carbajo de ayer que encontraréis justo debajo de éste en la portada del Forza Atleti me he decidido a hacerlo.
Dejando a un lado la canallada de Cerezo y Gil Marín de duplicar el precio de las entradas en el último partido de Liga en el Calderón, sin duda otra torpe, injustificada y codiciosa acción de los de siempre, mi intención es centrarme en otro aspecto de su artículo en el que me veo reflejado y sobre el que nunca me he atrevido a escribir por no herir susceptibilidades.

Ayer, después de casi siete años, Fernando Torres regresó al Vicente Calderón para jugar contra el Atlético de Madrid. Lo hizo en un partido especial: una semifinal de la Copa de Europa. El niño volvió hecho un hombre con 30 años en su carné de identidad. Ha pasado mucho tiempo y muy rápido desde aquel 3 de julio de 2007, día en que se anunció su fichaje por el conjunto inglés del Liverpool.

La clasificación al inicio de la jornada 35 de la temporada 2006/2007 era la siguiente: 1º Real Madrid y 2º Barcelona, empatados a 66 puntos. El Atleti contaba con 54 y estaba situado en la sexta plaza, 8 puntos por debajo del Valencia, que tenía el cuarto puesto, el último de la Liga de Campeones. Los blancos viajaban a Huelva y los azulgranas jugaban en el Vicente Calderón. Era el 20 de mayo de 2007.

Ayer, los socios del FC Barcelona tuvieron la oportunidad de decidir, mediante una votación, si querían o no la remodelación del Camp Nou. El resultado según la web oficial del club fue: 27.161 votos afirmativos, 9.589 negativos y 751 en blanco. Lo que quiere decir que el 72,3 % de los socios que votaron lo hicieron a favor del proyecto.

27.161 votos afirmativos sobre un total de 118.594 de socios con derecho a voto representa el 22,9% del total.

¡Qué bien lo entendió Jesús Gil en 1987! De un plumazo se cargó la esencia del Atlético de Madrid cuando despidió a Landáburu a Quique Setién y a Arteche. Fue la primera irregularidad cometido por el fallecido presidente. No le importó, puesto que los réditos obtenidos por semejante atropello compensaron su derrota en los tribunales. Los atléticos creímos que elegíamos entre Gil o la desaparición del Atleti, cuando Gil era la desaparición misma. Entonces, empezó el declive.

En marzo de 2012, los aficionados del Schalke 04 protestaron en su estadio por el abusivo precio de las entradas que les iba a costar ver en Bilbao el partido de vuelta de los cuartos de final de la Europa League con una ocurrente pancarta escrita en castellano: Entrada 90 €= 1 € por minuto. ¡El fútbol no es sexo telefónico! Era un protesta más que justificada por cuanto el precio de una entrada en un partido fútbol alemán es unas cuatro veces menos de lo que les iba a costar entrar en San Mamés. Claro que la Bundesliga cuida del aficionado y aquí hay que cuidarse de la LFP.

En estos últimos día se han conocido las cifras que el Atleti está percibiendo por llegar donde ha llegado en Champions. Hablan de varias decenas de millones de euros, y el doble si es capaz de llegar a la final y la gana.

Así, sin aferrarme a ningún dato preciso, pero sí a un discurso muy manido, me ha venido a la cabeza una reflexión preventiva. Estoy hablando del famoso «los jugadores juegan donde quieren», que parece solo valer para cuando los vendemos a otros equipos.