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Ya lo dijo Guardiola en las preliminares del encuentro: el Atlético de Madrid sólo había perdido una vez en las siete últimas visitas del Barcelona. Si a esto le añadimos las importantes bajas en defensa y que en los últimos 25 años de todas las veces que el Barcelona llegó como líder no ganó ninguna vez, el Atlético estaba preparado para mancillar el inmaculado expediente blaugrana.

Tenía pocas dudas de que el Atlético soportaría la presión de un ambiente hostil en El Sardinero y superaría la eliminatoria para llegar a la final de La Copa del Rey. El resultado del partido de ida y la mentalización con la que los rojiblancos afronban el partido eran suficientes para no hacer sufrir a la parroquia.

El Atlético ha vuelto a la normalidad. Porque lo normal este año son partidos como el de ayer, anodino, plano, aburrido con nada o con muy poco fútbol. Los futbolistas olvidaron rápidamente todas las cosas buenas que hicieron en el partido del jueves de Copa y se dedicaron a lo que mejor hacen este año.

Ahora que nuestro presidente ha puesto de moda las citas bíblicas he recordado otra, al hilo de la rueda de prensa de Quique después del partido del Málaga. Es aquél pasaje en el que un joven se acerca a Jesús y le pregunta: Maestro. ¿Cuántas veces hemos de perdonar? Y Jesús le responde 70 veces 7.

Con más inquietud de la necesaria y de la merecida el Atlético se clasificó para las semifinales de la Copa del Rey. Sin jugar un gran partido se demostró que cuando los artistas quieren pueden hacer un partido sin florituras, sin alardes, bien; pero un partido serio con numerosas oportunidades.

Un viejo dicho español dice que de donde no hay, no se puede sacar. Otro, que viene a expresar más o menos lo mismo, dice que donde no hay mata, no hay patata. Es sabio el refranero español o los dichos populares pues concentran en unas pocas palabras mucha sabiduría.

Acudía la parroquia rojiblanca por las diferentes calles que dan acceso al estadio Calderón con el ánimo encendido tras la serie de victorias conseguidas en Liga y la clasificación de la Copa. Se escuchaban cánticos de ¡Atleti!, ¡Atleti!, como en las mejores ocasiones. La afición ve factible la posibilidad de conseguir un campeonato y eso no es algo habitual en esta época de la vida de un club, otrora serio y presitigioso.