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En el decimonoveno partido de la Liga Quique sigue tratando de resolver el puzle del Atlético de Madrid. Cualquiera que siga la actualidad del club con cierta asiduidad tuvo que sorprenderse por la alineación que presentó Sánchez Flores. La defensa que sacó fue completamente distinta de la del último partido. Tres hombres diferentes: Valera, Godín y Antonio y López y el cuarto, Ujfalusi repitió, pero cambiando de puesto.

Tras la humillante derrota en Alicante y la sensación de haber tirado la Copa en el Bernabeu, se presentaba el imprevisible Atlético a jugar contra un Mallorca muy irregular en Liga, y otro lunes con Copa el jueves. Con la baja de Agüero lesionado, Quique volvió a dar otra vuelta de tuerca más y se inventó una alineación con forma de 4-3-3 en la que Valera y Antonio López eran los laterales titulares. Filipe y Domínguez fueron castigados por sus últimos errores defensivos, y con razón. En el centro del campo, el nuevo fichaje de Pitarch, Elías, fue titular, y en la delantera Reyes y Mérida acompañaban a Forlán.

Veníamos de ofrecer una penosa imagen en el partido anterior en Alicante. Si el Hércules nos arrolló el lunes, ¿quienes son los que pueden pensar que el jueves podíamos ganar al Madrid? Nosotros. Nos ilusionamos y volvemos a creer que podrá ocurrir, que algún día, que quizás sea éste, lo logremos. Yo el primero, porque el día que dejemos de creer, dejará de interesarnos el fútbol y por tanto, dejaremos de ser del Atleti.

Los derbys del Atlético y el Real Madrid siguen siempre unos puntos bien definidos. Primero está la ilusión de la afición colchonera, que creemos que podemos ganar este partido. Esta vez sí, seguro, esta vez sí ganamos. Esta vez sí rompemos la racha de 18 derbys sin ganar, desde 1999. Hablas con tus compañeros de trabajo y amigos, que te lo recuerdan constantemente, pero el aficionado colchonero no hace caso, está seguro de que esta vez por fin ganaremos.

Los futbolistas del Atlético de Madrid recibieron a sus contrarios cual si fueran patricias y plebeyas romanas homenajeando a los héroes de las legiones que tras largas campañas conquistando tierras para mayor gloria del Imperio regresaran victoriosos a Roma. Las mujeres romanas lanzaban al aire pétalos de rosas rojas para agasajar a sus soldados en los desfiles triunfales. No llegó la cosa a tanto, por parte de los nuestros, pero poco le faltó.

Llegaba el Atleti a Alicante tras 6 partidos sin perder y con el ánimo de estar en Cuartos de Final de la Copa del Rey tras superar al Espanyol. Llegaba, sin embargo, con cierto mosqueo por tener que jugar un lunes a 3 días de un derby, y sabiendo que también tendría que jugar el siguiente lunes, también a 3 días de otro derby. Era el partido ideal para resolver rápido y especular, descansando el resto del partido para la gran cita. Eso, claro, si todo fuera normal y esto no fuera el Atlético.

La afición atlética esperaba este partido envuelta en un ambiente contradictorio. Por una parte, con la ilusión de superar la eliminatoria y avanzar La Copa del Rey, lo que le permitiría enfrentarse al eterno rival en una eliminatoria y por otra, con el ánimo encendido tras las historias que no dejan de acompañar los últimos tiempos al club.