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El Atlético jugará mañana su tercer derbi madrileño en apenas un mes, tras caer ante Getafe y Real Madrid. Esta vez será ante el Rayo Vallecano, que vuelve a Primera tras 8 años en el exilio, en horario casi matutino (12:00, GolT y Canal+Liga). Enfrente también estará Movilla que busca quitarse una espinita que lleva escociendo demasiados años. ¿No se animan a ir al estadio y cantarle a Manzano aquello de «dónde está el siete»?

Si es usted merengón y ha venido a esta web a leer cómo un atlético se autoflagela por su equipo, le invito a que busque en otro sitio porque aquí no lo leerá. Si por el contrario, es usted colchonero, pero viene buscando justificaciones y autocomplacencia, no pierda el tiempo y márchese. Aquí no encontrará eso.
Sí diré que Manzano actuó con poca inteligencia al proclamar a quien quisiera oírle que el partido que iba a disputar el Atlético de Madrid en el Bernabéu sería bronco y feo.

Hoy hay derbi. El Atlético visita al Real Madrid. Atrás quedan los otros 148 partidos y los 464 goles, las 375 amarillas y las 39 expulsiones. Atrás quedan los goles de Santillana y Campos, el teatro de Buyo, el gol de Perea que nunca subió al marcador, los regates de Raúl, el Albertinazo, los penaltis esquilmados por manos «involuntarias»… Hoy todo eso queda atrás. O al menos eso tenemos que pensar, porque si miramos a las estadísticas podemos echarnos a temblar. Fíjense ustedes bien.

Manzano llegó al Atleti con tres principios: promoción y confianza en la cantera, rotaciones de futbolistas en las alineaciones y un estilo de juego basado en la posesión del balón. Dos meses después, todos y cada uno de estos tres principios ha tenido su final. El último de ellos había tratado de sobrevivir, pero ayer también lo vimos desfilar camino de la tumba.

De la cantera nunca más se supo, más allá de un par de titulares durante dos días en los periódicos.

La actuación de los nuestros el domingo por la noche en Getafe fue bochornosa. Sin paliativos. No poder a ganar a un rival, colista para más inri, que se queda con diez, cuando aún resta una hora de encuentro y encima con el marcador a favor, no merece otro calificativo. El Atlético de Madrid tocó fondo en el Coliseum. Un partido que debería haber servido para sacar tres puntos, subir algún puesto en la clasificación y olvidar las malas actuaciones de los partidos fuera del Manzanares, se tornó en una trampa para los atléticos.

Ni Falcao, ni Diego, ni Turan. Fue Adrián. El asturiano acudió al rescate cuando el equipo más lo necesitaba. Una derrota hubiera sido fatal, no para Manzano exclusivamente, sino para la temporada del Atlético de Madrid. Tras unos días muy duros, después de la derrota en Bilbao, Manzano recuperó al dúo de ataque para tratar de cortar la interminable sequía anotadora. Le funcionó. No porque el juego fuera mejor que en otras ocasiones, tampoco mucho peor

De los muchos desmanes que el gilismo ha hecho en el Atlético de Madrid el más dañino de todos ha sido el de ir cargándose poco a poco o mucho a mucho la identidad del club. A partir de ahí destrozar el orgullo de ser atlético y transformar un club campeón en un club mediocre, salvo algunos momentos de gloria, ha sido coser y cantar.

Uno de los aspectos que mejor refleja la perdida de nuestra identidad es el de la capitanía del equipo.