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Si viviera el irrepetible Andrés Montes, probablemente le pondría el mismo mote con el que se refería a Ron Harper. Seguro que los buenos aficionados a la NBA lo recuerdan: albañilería, fontanería, electricidad, la intendencia a su servicio. Harper Asociados. En versión hogareña, Tiago es el marido que toda mujer desea: atento, servicial y manitas. De los que en un momento dado cuelgan una lámpara y al siguiente preparan un guiso de rechupete con todo el amor del mundo.

Necesitaba el Atlético de Madrid nuevos protagonistas. Diego “pichichi» Costa era prácticamente, a excepción de Raúl García, el único goleador en los últimos partidos. Las defensas empezaban a centrar su atención sobre él porque no había otro jugador que asumiera la responsabilidad de marcar goles y eso mermaba las posibilidades de victoria. El equipo necesitaba, por tanto, jugadores diferentes que atrajeran la atención de los contrarios.

Diego Costa se ha convertido en objeto de deseo de dos de las selecciones favoritas para ganar el Mundial de Brasil. Ha pasado de ser un jugador al que se le consideraba un paquete a ser la estrella del Atlético de Madrid y, por el momento, pichichi de la liga española en la que juegan Cristiano y Messi. Y no es que no se le viera venir desde la temporada pasada, que se le veía, es que los dos seleccionadores que le podían convocar no lo han hecho, me temo, que por razones completamente ajenas al puro fútbol.

El fútbol tiene misterios insondables para los que no somos expertos en la materia pelotera, aunque menos de los que pensamos. Bastó con que pudieran jugar los mejores para que volviéramos a ver al Atleti de toda la temporada. La reaparición en la alineación titular de Arda Turan y de Tiago aclaró el panorama futbolístico en el centro del campo. Si a ambos se le añade Diego Costa en el papel de delantero superlativo, las probabilidades de ganar aumentan exponencialmente.

El Atlético de Madrid no aprovechó la oportunidad que se le presentó de alcanzar el liderato de la Liga una vez que el Barcelona había empatado en Pamplona. El Español aplicó a los rojiblancos el mismo remedio que estos han desarrollado hasta alcanzar la perfección: intensidad, colocación y disciplina. Fueron superiores durante casi todo el partido. Sólo en el último cuarto de encuentro, impelido por la necesidad, el Atleti se echó arriba con más ganas que juicio: hasta tres delanteros puso en liza Simeone con la intención de lograr empatar el encuentro, como mal menor.

Diego Pablo Simeone no ha parado de lanzar mensajes desde su llegada al Atlético de Madrid. Desde el ya consabido el esfuerzo no se negocia hasta el renombrado partido a partido. Mensajes que han ido calando mediante un permanente goteo en una tierra que estaba yerma desde hacía muchos años. Frases que no descubrían nada nuevo, otros las habían pronunciado antes por entrenadores que no convencían ni a los jugadores ni a los aficionados.

De todos es conocido cómo estaba el Atleti cuando llegó Simeone: un equipo que, con la única salvedad del año 2010, llevaba 15 años entre el desierto y el borde del abismo. Los jugadores eran un ejército derrotado incluso antes de saltar al campo de batalla. Unos meses después el Atleti volvió a ser bicampeón de Europa. Y no fue flor de un día, Cholo ha construido un equipo extraordinario: aguerrido, con mucha fe en sus posibilidades y con aspiraciones a seguir haciendo historia.