A unos pocos días de comenzar la Liga me debato entre la indignación y la desilusión. Verán que no son opciones muy positivas. Por lo que leo en las redes sociales, no soy el único, máxime si quien expresa su opinión es un aficionado, como yo, del Atlético de Madrid. Contemplar cómo en cada inicio del campeonato liguero se desata una nueva guerra del fútbol, cómo los horarios a los que se programan los partidos son cada vez más disparatados, cómo aún no se sabe qué operador televisivo es el que va a retransmitir cada encuentro. Todos estos asuntos son tan recurrentes que ya cansan hasta a los seguidores más fieles.
Hemos podido disfrutar recientemente, de unos magníficos Juegos Olímpicos, que nos han permitido redescubrir, como cada cuatro años, que hay deporte más allá del fútbol. Esta edición de los Juegos nos ha permitido constatar que en España hay magníficos deportistas que permanecen en el olvido durante toda la Olimpiada. Nadie les presta ni la más mínima atención. Cualquier nimiedad relacionada con el fútbol se sobrepone a los éxitos o fracasos de otros deportistas mucho más sacrificados y valiosos que los peloteros de turno.
Londres 2012 ha permitido encumbrar a David Cal como el español con más medallas olímpicas de nuestro deporte. Hemos sufrido y gozado con nuestras chicas que les han dado sopas con onda a los hombres, pese a contar con un apoyo económico y social mucho menor que estos. Baste recordar, como ejemplo, que la mayoría de las jugadoras de balonmano que han conquistado la medalla de bronce de forma brillante juegan en ligas extranjeras. Mireia Belmonte, Javi Gómez Noya, María Alabau, Joel González son otros ejemplos de deportistas entregados a su deporte y que casi nadie, me incluyo, sabía que existían antes de los Juegos.
Verles disfrutar en el triunfo, sufrir al no poder cumplir sus expectativas, agradecer el apoyo a la afición española cuando no ha habido ni rastro de dicho apoyo, emocionan al más inconmovible de los españoles. Deportistas que transmiten valores humanos como la tenacidad, la humildad, la entrega, el respeto al oponente. Les diré que ha habido momentos durante los Juegos de Londres que me he emocionado más que con la inmensa mayoría de los pasajes de la reciente historia del Atlético.
La soberbia de muchos futbolistas y entrenadores, el desprecio continuo que tiene el fútbol hacia los aficionados, los debates estériles en los medios de desinformación que solo pretenden encontrar audiencia a través de la polémica. Son, como definió mi buen amigo Jesús Salido, las miserias del fútbol ¿Merece la pena seguir haciéndoles el caldo gordo a toda esta pantomima montada por unos y otros en torno al fútbol? Claramente no. No merece la pena.
Creo que es el momento, no solo de hacer acto de contricción sino también propósito de enmienda. Apoyar como aficionados a los antes mencionados y otros deportistas que trabajan incesamente por triunfar. Unos lo consiguen, otros no. Pero todos ellos merecen nuestro reconocimiento y admiración.
Coincido totalmente. Ahora debemos pasar del dicho al hecho. Un abrazo.