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«El fútbol es un estado de ánimo». Me van a perdonar que no recuerde quien es el autor de esa cita pero es que mi memoria está un poco tocada tras las últimas actuaciones rojiblancas. Como también lo esta la memoria de parte de la afición colchonera que parece haber olvidado donde estábamos no hace mucho. Sí, lo sé, la exigencia en el Atleti debe ser máxima. Si, el Cholismo dice que lo importante es lo que está por venir y no lo anterior. Y sí, también sé que la imagen no está siendo la mejor. Pero también sé que estamos las manos de Cholo Simeone.

Hamburgo, Bucarest y Ámsterdam. Error de sentimiento. Mucho antes de llegar a la ciudad de los tulipanes, en el camino, el Atleti buscará la machada en Moscú. Paso a paso. El Atlético de Madrid perdió el jueves un partido como el estudiante impoluto que suspende un examen a menudo resuelto con desahogo. Las malas puestas en escena del equipo a domicilio se sostenían gracias a la magia del Vicente Calderón, que había albergado hasta ayer veinte triunfos consecutivos.

Cuando a uno de joven le enseñaban geografía en la escuela, el límite oriental que definía Europa estaba localizado en los montes Urales. Esto chocaba luego con la lógica cuando en la misma clase nos decían que Rusia era un país europeo y en el mapa los Urales caían en mitad de ese enorme “país” que llegaba hasta el Océano Pacífico. Quizá esa confusión venía dada por la propia definición de Rusia que manejábamos entonces, que es la misma confusión con la definición de Rusia que manejábamos ahora. Entonces URSS, hoy Federación Rusa.

El último episodio de esta adictiva telenovela dirigida por Diego Pablo Simeone hizo las delicias de quienes, bien sea por envidia, celos o ganas de molestar, quieren ver un fatal desenlace de la temporada del Atlético de Madrid. El equipo rojiblanco volvió a dar la de arena lejos del Vicente Calderón por enésima vez. No se trata de profundizar en la importancia de una derrota que, ya sea en Vallecas o, dado el caso, en el mismísimo Maracaná contra el Brasil del 70, no deteriora ni un átomo la fantástica campaña rojiblanca.

El BM. Atlético de Madrid pudo haber pagado muy caro el domingo pasado su falta de competitividad. Porque para ser el campeón que todos esperamos, el campeón que por nombre, presupuesto y plantilla está llamado a ser (y en este caso, me refiero a la acepción de campeón que el diccionario de la RAE asemeja a paladín de una causa), para ser ese campeón, en definitiva, necesita un punto más de convicción en sus posibilidades, un punto más de gallardía y saber investirse de ese aura que los llamados a la gloria saben lucir.

Tres malos partidos fuera del Vicente Calderón y se desató la ira. Una parte de los aficionados atléticos criticó con excesiva dureza el flojo partido de los colchoneros en Vallecas, olvidando la excelente temporada que lleva hasta ahora el Atlético de Madrid. Sólo hay tres equipos en España que pueden ganar tres títulos y uno de ellos es el nuestro. El Atleti bate récords cada semana, pero eso no cuenta. Es segundo en la Liga después de dieciocho año y no se reconoce el mérito.

No sé como pudimos sobrevivir a esos no tan lejanos años de mediocridad en los que el Atleti no jugaba entre semana. No sé vosotros pero esta semana sin Copa ni Europa League a mi se me ha hecho eterna. Menos mal que vuelve la Liga. Menos mal que vuelve el Atleti.

Vuelve frente al Rayo en el Estadio de Vallecas en un partido engañoso. Este Rayo no es ese rival de perfil bajo de antaño y este Atleti no rinde fuera en consonancia a como lo hace en casa.