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Cuando medio campo dormitaba en sus asientos, mitad por el bochorno de la noche madrileña mitad por el aburrimiento del partido, y el otro medio contaba a sus compañeros de abono las novedades de su vida de los últimos tres meses, el Kun agarró un balón en medio del campo griego y tras driblar a unos cuantos rivales marcó un auténtico golazo que despertó a la mitad del campo e hizo cambiar de conversación a la otra mitad.

Leo una noticia en as.com en la que se asegura que tanto Forlán como Agüero renovarán sus contratos antes de que finalice el año. En ambos casos, se les ampliará el contrato y el dinero que cobran. Sería una gran noticia que nuestros dos mejores jugadores pudieran seguir hasta su retirada en el ATM y así despejar todas las incertidumbres que nos han perseguido este verano.

Después de tanto tiempo sin escribir de fútbol, cuesta coger el teclado y tratar de ordenar las sensaciones y los pensamientos sobre un partido de fútbol. Es probable, por tanto, que me salga una crónica lamentable, aburrida y poco original, así que os pido que seáis comprensivos.

Hagamos un ejercicio de imaginación y mentalización. Cerramos los ojos y vemos a Kun y a Forlán. A uno le pintamos las rayas rojas de blanco y al otro las rayas blancas de azul. Ya podemos empezar. ¿Qué queréis que os diga? Yo ya hice anoche este ejercicio para ir acostumbrándome. Las cosas cuanto antes se asuman, mejor.

Hube de hacer 650 km el domingo para poder ir al partido del Atlético. Asistí a una boda de unos grandes amigos en un pueblo sevillano y tras la fiesta del viernes y el sábado me metí una paliza de carretera y coche para estar con los míos en uno de los dieciocho partidos más importantes del año. El amor a estos colores, rojo y blanco, provoca que uno cometa este tipo de disparates.

La NBA cambió recientemente de lema publicitario. Pasó del I love this game al Where amazing happens, lo que podría traducirse por Donde ocurre lo asombroso, lo extraordinario. Al terminar el partido de anoche me vino a la mente esta frase y pensé, aquí en el Vicente Calderón, como en la NBA, también ocurre lo asombroso, lo extraordinario.

El partido que se jugó anoche en el Calderón fue un partido extraño. Principalmente porque faltaba mucha gente de los habituales, como yo, como Tomi, como mis compañeros y amigos de grada y como tantos otros, quizás 25.000 que no nos dejamos engañar una noche más.