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Con una sonrisa de oreja a oreja y los objetivos cumplidos. Así encara el Atlético de Madrid las dos jornadas que restan para el final de la Liga. Los pupilos de Simeone dispondrán de un partido de despedida y homenaje en el Calderón. La afición vive en una nube y agradecerá al equipo la magnífica temporada que han realizado. En frente estará un Mallorca en descenso entrenado por Manzano, aquel entrenador cuya inoperancia dio pie a que se fundase el Cholismo.

Un lunes de resignación iniciaba una semana cuyo final era difícil de esperar. No voy a negarlo, fui de esos que perdieron la fe, que apenas encontraban un reducto de confianza en aquellos que te habían enterrado con decenas de decepciones.

En momentos así la melancolía y el tedio me ayudaban a ponerme una venda, no en la herida, sino en todas aquellas cicatrices que me ha dejado mi Atleti.

Sin ningún tipo de rubor, Miguel Ángel Gil, quizá extasiado por el baño de masas recibido en Singapur, pronunció estas palabras –quizá exageradas en su traducción- en una comparecencia ante los medios. Resulta llamativa la capacidad del Consejero Delegado por irritar a una masa rojiblanca que hace poco quería su cabeza y que ahora, gracias al efecto Simeone, admite su gestión como mal menor. Ni en este estado de euforia post-copera es capaz de dejar disfrutar a los aficionados