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Antoni Daimiel es un conocido y reconocido periodista por su trabajo como comentarista de la NBA en Canal +. Entró como becario en 1990 y hasta 1995 se dedicó a hacer reportajes de fútbol. A partir de 1995 sustituyó a Santiago Segurola como comentarista de la NBA. Desde entonces y durante 10 años trasnochó junto a Andrés Montes formando la pareja más mítica de las retransmisiones baloncestísticas que haya dado el periodismo español.

Groserías animadas de ayer y hoy presenta: Atlético de Madrid – Málaga

Salieron los jugadores malacitanos con pinturas de guerra futbolera. Entrenados por Pellegrini, un señor al que echaron de Concha Espina por limpio y educado, que lo que se lleva ahora es la bronca y la inquina. El Málaga no venía de rondón, sino con firmeza y resolución.

Se encontraron con unos jugadores atléticos que salieron predispuestos, sin embargo, a perpetrar una gruesa grosería de las que nos tienen acostumbrados, aunque ahora llevaban una racha de varios partidos ganando.

Una de las noticias más sorprendentes de los últimos días es la aparecida en la edición digital de la revista Don Balón. Fue el martes cuando un confidencial de dicha revista alertaba a los aficionados atléticos con este titular: 80 kilos, por De Gea, Kun y Forlán. No menos sorprendente, más bien al contrario, es la frase con el que se iniciaba el artículo: «Miguel Ángel Gil Marín no para de hacer números y frotarse las manos».

Su nombre era Gonzalo Fernández de Córdoba. A las órdenes de los Reyes Católicos combatió con los ejércitos españoles de la época en Italia, entre otros lugares. Este sobrenombre se ha utilizado con frecuencia para denominar a los capitanes de los equipos de fútbol. Como fue el caso de Enrique Collar, el legendario capitán rojiblanco de los gloriosos 60. Formó junto a Peiró el Ala Infernal, azote de los equipos que se enfrentaban al Atlético de Madrid en el Metropolitano o en cualquier otro campo de fútbol de la Vieja Europa.

Agapito Maestre se levantó el domingo de Resurreción con la intención de ir al fútbol. Durante los días anteriores había tenido unos días de vacaciones que le habían servido para liberarse de la rutina diaria del trabajo. De lo único que no podía desconectar Agapito es de su Atlético de Madrid. A medida que pasaban las horas sentía más pereza de coger el coche y lanzarse por la carretera rumbo al Calderón. La mediocre temporada rojiblanca, las múltiples bajas en el centro del campo y la escasa repercusión que iba a tener la protesta programada contra la directiva eran razones más que suficientes para quedarse en casita, disfrutando o cabreándose con el partido con una cervecita, o quien sabe si con un ron con limón.

Si leyeron la crónica del partido del Almería, Ego te absolvo. Si no les vence la pereza y tienen la paciencia de continuar se lo agradeceré en la Tierra y en la Eternidad. Mientras llega la Eternidad, los colchoneros permanecemos en la Tierra, en este Valle de Lágrimas por el que vagamos desde hace mucho tiempo sin destino conocido ni motivo por el que hacerlo. Desde hace algunas estaciones del Vía Crucis en el que se ha convertido la temporada, el Atleti se está agarrando a la fe y a la tradición para tratar de remontar puestos en la clasificación.

Dedicar todo un domingo precioso del mes de abril al Atlético de Madrid y levantarse, la madrugada siguiente, un buen rato antes de lo debido a escribir lo que viví ayer, deben de ser dos síntomas claros de locura. Por ahora, no asisto a ninguna consulta psiquiátrica mientras llega, no llega el requerimiento de algún centro especializado que reclame mi presencia disfrutaré haciendo lo que más me apetece en este momento, que es contárselo. Y, al mismo tiempo que se lo cuento, revivirlo.