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Ayer, a primera de hora la noche, conocimos la renovación de Diego Godín por otras cuatro temporadas. Una noticia que tranquilizaba a la afición rojiblanca, ya que el defensa uruguayo había recibido una sustanciosa oferta para cambiar de equipo y de liga. No es la primera vez que le tientan desde otros equipos con más dinero para abandonar el Atleti, aunque quizás esta ocasión sí que había más razones para pensar que la operación podía cristalizar.

Pero Godín se siente identificado con los valores del Atlético de Madrid, con la afición y con su forma de ser de expresar los sentimientos futbolísticos. Lo ha dicho en varias ocasiones y ha corroborado con hechos sus palabras. Por eso ha querido renovar su compromiso con el club y con los colores rojiblancos.

Déjenme compartir con ustedes la alegría que me produce. Porque, en primer lugar, Simeone podrá seguir contando con uno de los mejores defensas centrales del mundo y, en segundo, porque la renovación de Godín significa que aún quedan vestigios del romanticismo en el fútbol. Un deporte convertido en un negocio cada vez más despiadado y en el que cada temporada profundiza más el abismo que separa a los profesionales de los aficionados.

En la mayoría de las ocasiones tienen mucha más repercusión las traiciones que algunos futbolistas cometen con sus aficiones por no devolverles el cariño que ésta les profesan que las muestras de fidelidad que muchos de ellos tienen. Seguro que hubo mucho más comentarios, discusiones y controversias sobre Arda Turan, que parabienes sobre la renovación de Diego Godín.

Por una extraña razón que no alcanzo a comprender, no se para de pedir a los futbolistas que mantengan una fidelidad inquebrantable a su club, como si de un matrimonio se tratara, y después no se valoran convenientemente. Parece que esta fidelidad es lo natural, cuando estamos viendo que en muchas ocasiones no lo es.

Celebro como merece la renovación de Godín. Un futbolista que ha defendido nuestro escudo en más de 200 partidos, que nunca se ha escaqueado de su deber profesional, aunque Cristiano le hubiera partido la nariz. Un futbolista que ya es una leyenda del Atlético por anotar el gol de la décima liga y por ser el único jugador junto a Luis Aragonés que ha marcado en una final de la Copa de Europa.

Pero no sólo por estas razones, sino también y, principalmente, porque defiende los valores tradicionales del Atleti: la humildad, el coraje y la fe en conseguir lo imposible. Por eso Godín me representa y nos representa a todos los aficionados atléticos.