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La Liga del coraje, el corazón, la cabeza y algo más

Sí se pudo. Contra los más pesimistas tras el paso atrás del empate contra el Málaga, el Atlético de Madrid sacó su casta para voltear una situación que se antojaba dramática. En diez minutos, diez, poco más de un cigarrillo o una caña en el bar, se habían caído dos de los mejores guerreros del Cholo Simeone y Alexis Sánchez, en el derechazo de su vida, habían puesto al equipo rojiblanco contra las cuerdas.

No sé exactamente cuál fue el momento preciso en que el púgil colchonero se levantó de la lona. Parecía tocado, muy tocado. Incluso Tiago comenzó a soltar patadas, casi desquiciado, y Godín, bendito Godín, no paraba de vociferar a sus compañeros pidiendo calma.  Pudo parecer la desesperación de quien ve la playa muy cerca y, sin embargo, no acierta a dar las últimas brazadas para alcanzarla. Pero, en esta ocasión, no era así.

Hubiera sido un final digno de película para muchos que no querían ver a Gabi engalanando al dios Neptuno, un fin de fiesta demasiado cruel e injusto para un equipo que ha revolucionado el fútbol español y, a buen seguro, servirá de ejemplo para otros en el futuro. Sin embargo, el Atlético de Madrid dejó claro que no es el Pupas. El descanso sirvió de bálsamo y la ‘cholina’ y las lágrimas de Arda Turan y Diego Costa hicieron el resto para que los que aún quedaban en la batalla se agarrasen a su último aliento.

Lo acarició Villa, con su enésimo disparo al poste. Al asturiano se le está negando su minuto de gloria en estos últimos partidos, pero su entrega es encomiable, inimaginable el día que se anunció su fichaje. Quién sabe si la diosa fortuna le reserva ese toque de inspiración para la última cita. Ojalá que así fuera. Fue el Faraón uruguayo, don Diego Roberto Godín Leal, quien forzó centenares de miles, millones de afonías. Su cabezazo, obra de ingeniería del laboratorio de Simeone, se iba al fondo de la red y daba un tiro de gracia a un equipo que asustaba mucho pero era tan frágil como un pétalo de la flor más delicada.

Un cabezazo para la historia, como el de Miranda, como el de Pantic, como aquel del Cholo que abrió el camino a la Liga del 96. Porque el Atleti derrocha coraje y corazón, pero te mata con la cabeza y con algo más. De poder cambiar el himno del Metropolitano, la letra debería afirmar que “eres siempre tú el primero por tus HUEVOS sin igual. El Atlético había ganado la Liga de las cuatro ‘C’: Coraje, corazón, cabeza y cojones.

Se vio a Adrián enfadarse por no estar en los últimos minutos, demostrando que no es un futbolista sin carácter, a Villa correr hasta la extenuación igual que Koke a quien las piernas no le daban ni para acercarse al rival cuando pasaba cerca. A Sosa demostrando y devolviendo al Cholo la confianza por su fichaje y a Gabi ofrecer la enésima prueba de que es incansable. Uno tiene la teoría de que, si le abren en canal, solo se encontrarían cables. Rojos y blancos, eso sí.

La décima Liga ya es rojiblanca –físicamente aún no por incompatibilidad de calendario de Ángel María Villar- pero lo bueno y lo malo que tiene este Atlético de Madrid es que, al igual que  no hubiera habido tiempo para lamentos de haber caído derrotados, tampoco habrá que regocijarse en el reciente éxito. La que probablemente es la mayor gesta en la historia rojiblanca podría tener una vigencia de apenas una semana. Porque Lisboa ya está allí. Tan cerca, tan lejos. Como el bueno de Koke me dijo 24 horas antes de ser campeón en el Camp Nou, “tenemos que aprovechar lo que estamos viviendo porque tal vez no volvamos a vernos en esta situación. Con el tiempo nos daremos cuenta de lo que estamos haciendo…”. Y lo que os queda por hacer, querido tocayo.

Periodista en Eurosport Yahoo! Rojiblanco como bendito castigo y nostálgico del fútbol de antaño. Politeísta creyente en Gárate, Luis, Arteche y Calderón. Fernando Torres, el profeta.

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