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Vuelve Torres, el hombre que nunca fue niño

Todo acabó en una nefasta noche. La afición tragó el cebo que le pusieron desde la prensa. Mejor perder para que el Real Madrid no ganara la Liga. Desde las gradas del Calderón se jalearon los goles del Barcelona. El Atleti, abandonado por todos, tocaba fondo con una vergonzante derrota ante la mirada complaciente de los suyos. Entonces, cuentan algunas personas cercanas a Fernando Torres, fue cuando decidió marcharse. Este Atleti no era el que le había contado su abuelo. Este Atleti no era el que había soñado, no era el club del que se había enamorado.

Todo comenzó una soleada mañana madrileña. Un chico espigado, pecoso y rubio debutaba con el primer equipo cuando contaba con 17 años, 2 meses y 1 semana. Entró en el campo sustituyendo a Luque, autor del único gol de ese partido contra el Leganés.

Carlos García Cantarero, la afición y el club se encomendaron a un chaval recién llegado desde el equipo Juvenil. El peor momento de la historia moderna del Atlético de Madrid fue el contexto en el que Torres nació como jugador del primer equipo. Esta circunstancia provocó que no tuviera el natural período de transición que ha de producirse en una persona de su edad. Su niñez se acabó aquella mañana. Todo el peso de la historia de uno de los clubes más grandes del fútbol español estaba en los pies y en la cabeza de un joven futbolista que se acostó siendo niño y se levantó siendo hombre una mañana de un 27 de mayo de 2001. Fernando Torres estuvo en el sitio adecuado, pero en el momento más inoportuno de los posibles.

Era la persona ideal: proveniente de una familia de tradición atlética, joven y guapo, canterano y amante de los colores. Torres se convirtió, a partir de la siguiente temporada, en el estandarte, en la bandera que enarboló el club para que la defraudada afición se enganchara de nuevo.

 

 

 

Asumió con absoluta naturalidad y madurez impropia de su edad un papel que no le correspondía por su tierna edad. Mejor que nadie dentro del club sabía cuál era el puesto que correspondía ocupar al Atlético de Madrid en el panorama del fútbol español y europeo.

El ascenso no era la meta, era el punto de partida para reorganizar y relanzar de nuevo al Atleti. Y Fernando era la pieza clave. Pronto fue adquiriendo protagonismo y notoriedad en los medios de comunicación. Era el único futbolista atractivo, informativamente hablando, de todo el equipo. Los demás, meros acompañantes sobrevenidos a un club que sufría unos gravísimos problemas económicos. Un club sin carisma, sin identidad y olvidado de su historia.

No tardaron en ponerle equipos de destino. Su clase futbolística, su velocidad, su entrega y sus goles y las continuas frustraciones sufridas por el Atleti eran aprovechadas para quienes buscaban sacar a Torres del Atleti cuanto antes. El futuro del club, que un día había estado en sus botas ahora dependía de su traspaso.

Fue el primer cebo que le pusieron a la afición: con el dinero que ingresaría el club por la venta de Fernando se podrían fichar dos o tres futbolistas de gran calidad con la que el Atleti, entonces sí, impulsara un nuevo proyecto. El mantra fue calando en la afición y cada vez se podía percibir con más fuerza que la grada del Calderón iba asimilando este razonamiento.

Resistió y aguantó con la esperanza de ver que una temporada se cumplirían las promesas que cada año le hacían. Nunca era así. Siempre, salvo alguna excepción, tuvo acompañantes de segundo nivel. Futbolistas desarraigados de la camiseta, que contemplaban el Atlético como un escaparate que le proporcionara oportunidades posteriores mucho más que como un club en el que hacer carrera. Los futbolistas iban y venían como aves de paso. Sólo Fernando Torres permaneció en el Atleti desde la temporada de su debú hasta la 2006/2007. Un dato que habla por sí solo.

Una llamada de Rafael Benítez para ofrecerle un billete de ida a Liverpool cerró el círculo. Fue el epílogo a la trayectoria de Fernando Torres en el Atlético de Madrid.

Con casi 31 en el carné de identidad, Torres regresa a su Atleti. Un Atlético muy diferente del que dejó hace siete años. Desde que se marchó el club ha engordado considerablemente la nómina de títulos y, tan importante como lo anterior, ha dejado de ser una comparsa para convertirse en protagonista de todas las competiciones donde participa.

Sólo el tiempo dirá si el regreso ha sido beneficioso para ambos. Hoy no es el día de hacer predicciones ni de especular sobre cuál será su rendimiento deportivo. Lo que corresponde hoy es ilusionarse con el regreso al Atleti de un hombre que nunca fue niño.

Del Atleti por principios. Y hasta el final.

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