Al menos tened la decencia de llorar. Como lo ha hecho hoy Federer en su derrota ante Nadal. Un tenista que ha ganado trece torneos del Gran Slam, que lo ha sido, y sigue siendo todo en el tenis, pero que aún sueña con seguir ganando y triunfando. Llora por amor propio, por una ambición aún insatisfecha, por espíritu de superación: la esencia del deporte.