En los tiempos en los que el reparto de dorsales a los jugadores titulares iba del 1 al 11, era el número 10 el que correspondía habitualmente al jugador con más calidad. A veces era para ese ídolo que levantaba la grada y al que pequeños y grandes querían parecerse. El otro día contra el Granada, vi en el Calderón que la grada se levantaba para aplaudir al 7 y no es la primera vez.
Reconozco que en el Atleti yo siempre fui del 7.