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Su nombre era Gonzalo Fernández de Córdoba. A las órdenes de los Reyes Católicos combatió con los ejércitos españoles de la época en Italia, entre otros lugares. Este sobrenombre se ha utilizado con frecuencia para denominar a los capitanes de los equipos de fútbol. Como fue el caso de Enrique Collar, el legendario capitán rojiblanco de los gloriosos 60. Formó junto a Peiró el Ala Infernal, azote de los equipos que se enfrentaban al Atlético de Madrid en el Metropolitano o en cualquier otro campo de fútbol de la Vieja Europa.

Llegaba el Atlético a Riazor, un campo talismán para el conjunto colchonero. Allí había sacado 21 puntos en los últimos 8 partidos encajando tan solo 4 goles. Llegaba tras 4 partidos sin perder, y con una sola derrota en los últimos 10 partidos. Esperaba el Deportivo de La Coruña, otrora Superdépor, ahora en horas bajas […]

Visitaba el Levante el Vicente Calderón con la mira puesta en Europa gracias a su magnífica segunda vuelta y una racha de 9 partidos invicto. En la otra esquina, se encontraba un Atlético plagado de bajas sin Tiago, Reyes ni Koke, que también traía su buena racha: una sola derrota en los últimos 9 partidos […]

Agapito Maestre se levantó el domingo de Resurreción con la intención de ir al fútbol. Durante los días anteriores había tenido unos días de vacaciones que le habían servido para liberarse de la rutina diaria del trabajo. De lo único que no podía desconectar Agapito es de su Atlético de Madrid. A medida que pasaban las horas sentía más pereza de coger el coche y lanzarse por la carretera rumbo al Calderón. La mediocre temporada rojiblanca, las múltiples bajas en el centro del campo y la escasa repercusión que iba a tener la protesta programada contra la directiva eran razones más que suficientes para quedarse en casita, disfrutando o cabreándose con el partido con una cervecita, o quien sabe si con un ron con limón.

Si leyeron la crónica del partido del Almería, Ego te absolvo. Si no les vence la pereza y tienen la paciencia de continuar se lo agradeceré en la Tierra y en la Eternidad. Mientras llega la Eternidad, los colchoneros permanecemos en la Tierra, en este Valle de Lágrimas por el que vagamos desde hace mucho tiempo sin destino conocido ni motivo por el que hacerlo. Desde hace algunas estaciones del Vía Crucis en el que se ha convertido la temporada, el Atleti se está agarrando a la fe y a la tradición para tratar de remontar puestos en la clasificación.

Dedicar todo un domingo precioso del mes de abril al Atlético de Madrid y levantarse, la madrugada siguiente, un buen rato antes de lo debido a escribir lo que viví ayer, deben de ser dos síntomas claros de locura. Por ahora, no asisto a ninguna consulta psiquiátrica mientras llega, no llega el requerimiento de algún centro especializado que reclame mi presencia disfrutaré haciendo lo que más me apetece en este momento, que es contárselo. Y, al mismo tiempo que se lo cuento, revivirlo.

Acostumbrado a no deshacer la maleta ninguna noche y esperar cada mañana la llamada de su representante para cambiar de ciudad en cualquier momento y seguir jugando al fútbol. Con las botas al hombro, entrelazadas por los cordones y el macuto a la espalda ha pateado muchos caminos de España. Sentado cerca de la cuneta, el jersey como almohada y la cabeza recostada sobre una piedra esperaba, pacientemente, un autobús que le llevara a un nuevo destino.