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Se enfrentaron en Anoeta los dos equipos más en forma de este inicio de Liga. Dos equipos con la moral muy alta después de superar los unos su crucial compromiso europeo, y los otros tras perder inmerecidamente la Supercopa contra el Barcelona. Quien hiciera un hueco en la última soleada tarde de las vacaciones vieron compensado su tiempo y disfrutaron de un buen partido de fútbol.

Lo sabíamos. Era muy complicado ganar la Superocopa al Barcelona a dos partidos. Este torneo, como muchas otras cuestiones del fútbol español, está diseñado para beneficiar al mejor equipo, no se puede dar la sorpresa porque se arruina el negocio. Lo que no podíamos prever es que el Atlético de Madrid saliera invicto de ambos choques y lo hiciera de una forma tan digna. Mucho más que eso, que fuera capaz de que ambos partidos de la final se desarrollaran como quería Simeone y no como quería Martino. Ése es para mí el gran mérito del Atleti.

Once minutos bastaron para que Villa anotara su primer gol como rojiblanco en su nuevo estadio. Once minutos para encandilar a una parroquia entregada a él desde el día de su presentación. No fue un gol cualquiera, fue un gol de una gran belleza plástica marcado al Barcelona en una final de la Superocopa de España. El destino quiso que su rival fuera su ex equipo, en el cual no estaba del todo a gusto por una relación supuestamente tormentosa con Lionel Messi.

Llegó a Madrid con dos mensajes claros: «El esfuerzo no se negocia» e «Iremos partido a partido». Dos mensajes que no suponían ninguna novedad destacable con respecto a los mensajes de otros entrenadores. La diferencia es que en el caso de Diego Pablo Simeone lo que se dice se hace. Estos son los dos mandamientos que rigen el funcionamiento del Atlético de Madrid. Dos mandamientos que se cumplen a rajatabla. Son los pilares de cada una de las actuaciones del equipo, la base ideológica del equipo ganador en el que Simeone ha convertido al Atleti.

El fútbol del Atlético de Madrid ha cambiado. Ya no agasaja a sus rivales con una concatenación de regalos y oportunidades. Se ha transmutado a un fútbol de bayoneta calada y estrategia napoleónica que convierte en una condena los noventa minutos de un partido contra los rojiblancos. Ya no es el hazmerrerír que provoca la risa contagiosa que provoca ver un grande venido a menos o a muy poco y eso no gusta a la prensa adepta al régimen bipolar del fútbol español.

Anoche se jugó el primer partido de la final de la Supercopa, torneo menor, si quieren, pero que si lo ganas te hace comenzar la temporada de la mejor manera posible. La triquiñuela de este torneo es que hay que jugar dos partidos y eso le da más beneficio al mejor equipo. Los malhahados dirigentes del fútbol español sólo piensan en la pasta en vez de en el fútbol, la emoción y el espectáculo. Si pensaran en esto último la Supercopa podría dar inicio a la temporada y jugarse a un sólo partido.

El Atlético de Madrid vive en una paz social que resultaba impensable hace un año medio. Simeone y sus chicos han conseguido con sus buenos resultados pacificar las revueltas gradas del Calderón que en en diciembre de 2011 empezaron a mirar al palco. Ni los más acérrimos defensores de el Cholo podían pensar entonces que se conseguirían los títulos que se han conquistado ni que el Atleti se convirtiera tan inmediatamente en un equipo ganador.