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Cholismo como cura del Gilismo

-No es este el camino […] seguidme que yo os guiaré al hombre que buscáis 

Antiguo Testamento

Hemos tardado mucho, muchísimo. Parece casi que ha pasado una vida en recuperar la senda. Pocos creímos que era posible volver de tal pozo de mediocridad. De recuperar la identidad. Esa identidad que nos empezaron a robar allá por 1987 y que pensábamos que ya no podríamos recuperar nunca. Ese es el valor de lo que vivimos.

El llamado gilismo que un día llegó y a muchos (por qué no admitirlo,  a la enorme mayoría), nos hicieron el tocomocho con promesas vacuas para hacerse con nuestro club. Cogido de la mano de Paulo Futre nos prometieron grandeza, llevar al club arriba y acabar con los favoritismos del Real Madrid. Lo que no nos contaron es que su verdadero plan era quedarse con el Atleti. Para él y para dos o tres amigos y familiares. No nos contaron que en realidad iba a intentar arrebatárnoslo para siempre. Disfrazado de conversión en SAD. Nos nos dijeron que la feria era en realidad un pasaje del terror. Que quería en realidad acabar con el Atlético de los atléticos, con las elecciones y mancillar al club para catapultarse a la fama y ganar presencia política. Tampoco nos dijo que por el camino el nombre de nuestro club quedaría enfangado con intermediaciones, comisiones, marbellas, apropiaciones indebidas, intervenciones, segunda división, desprestigio y un declive permanente.

En lo deportivo contados momentos de felicidad. Como ráfagas de felicidad. Un remar contracorriente. Dos Copas del Rey, el glorioso milagro del doblete en medio de decenas de entrenadores de quita y pon; de cientos de jugadores que ni sentían la camiseta ni esperaban más que ganar algo de nombre, mucho dinero y seguir buscando fortuna en otro sitio. Entre tanto gilismo puro, nombres como Luis Aragonés, Radomir Antic, Paulo Futre, Caminero, Simeone, Pantic, Fernando Torres  y un grupo de selectos actores secundarios dieron dignidad y días de gloria a una camiseta maltratada. En general sin embargo esos años han sido infumables idas y venidas de jugadores y entrenadores sin aspiración más que de cumplir el expediente mientras caímos en la clasificación histórica.

Acabó el gilismo puro con fallecimiento de D. Jesús Gil y llegó el miguelangelgilismo, el cerecismo, o el neogilismo (el de los premios a gestor del año) escojan el nombre que prefieran. Seguía la caida libre: veíamos al Valencia ganar Ligas y llegar a finales de Champions League, al Sevilla ganar UEFAs y al Barcelona y Real Madrid (nuestros históricos rivales) alejarse inexorablemente en peso específico y posibilidades económicas. Condenados al ostracismo y al declive.Parecía lo mismo pero traía nuevos matices. El otrora orgulloso e histórico Atlético de Madrid era a principios de siglo un equipo anémico y sin alma que vagaba por mitad de tabla y cada año miraba de reojo no fuera a ser que las puertas del infierno quiseran abrirse para achicharrarnos de nuevo. ¿Se nutrió el neogilismo de sus socios? ¿Devolvió al menos parte del expolio a sus legitimos dueños? ¿Hizo las paces con su mala conciencia y con la historia y tendió puentes? Al contrario, el neogilismo se enrocó y encendió la trituradora. La del prestigio histórico. Puso el club en manos de agentes y de fondos de inversión, adquirió modos de agencia de compraventa; liquidó de facto un estadio que huele a fútbol e historia, céntrico y arraigado para cambiarlo por quimeras de extrarradio; siguió prometiendo nuevos campos deportivos y plazos para finalizar un nuevo estadio que siempre se empujan un añito más en el futuro. Jugó a la ruleta rusa con los raídos retales rojiblancos mientras impotentes eramos todos testigos de cómo se moría nuestro Atleti.

Pero debe ser que el dios Neptuno tiene más ascendente de lo que los agoreros solemos pensar. A la tormenta perfecta del quiquismo, con dos títulos inverosímiles en pleno estado de decadencia sujetado por jugadores excepcionales que conquistaron Hamburgo y Monaco y nos hicieron locos de felicidad y reyes del mundo durante dos telediarios siguió la vuelta a la mediocridad. A los saldos de Jorge Mendes y a Gregorio Manzano y quien sabe si no hubiese venido Diego Pablo Simeone que otros nuevos declives nos hubiese tocado vivir.

Pero llegó Simeone y su espiritú ganador. Llego su esfuerzo que no se negocia, llegó su partido a partido, su trabajo, su fe y su espiritu. Llegó y transformo en pocos meses un grupo de jugadores llenos de dudas y complejos en un robusto equipo de guerreros. Un ejercito de cholitos que mueren cada domingo por la camiseta. Y llegaron seguidos casi por lógica Bucarest, Monaco, el Santiago Bernabeu y ese baño de prestigio, victoria y respeto tan rejuvenecedor que vivimos. Llegó este renacer de su mano.

Dice Ruben Uría que es muy difícil juntar a Simeone, que conjuga el verbo crecer y sólo piensa en ganar con Miguel Angel Gil y Enrique Cerezo que conjugan el verbo vender y piensan en contar billetes mientras uno de ellos da vueltas a la M30. ¿Será suficiente este mariscal de campo que nos ha llevado a nuevas victorias que hace dos días parecían impensables para cambiar nuestro sino para siempre? ¿Estaremos en el amanecer de un tiempo en que el partido a partido y el victoria a victoria no les permita ni siquiera gestionar el club tan mal como acostumbraban? Como esos políticos interesados que se acercan al niño para hacerse fotos en precampaña, aunque sea por interés, si durara lo suficiente el Cholismo, ¿podrá curarnos de estos gilismos? Del diles que se vayan al diles que al menos se quiten de en medio.

El lunes pude escuchar hora y media de primera mano a Simeone mientras le entrevistaban en profundidad en la Cope. Sentado en primera fila note ese aire de autenticidad que desprenden sus palabras. Cómo sin dudarlo dice desear ser el Ferguson del Atleti, que no dejaría al Atleti por la albiceleste (mientras su jefe de prensa Pepe, ponía los ojos en blanco). Que quiere estar aquí muchos años. Sabe que los jugadores ya no preguntan por la puerta de salida sino que hacen concesiones para poder venir a vestir la rojiblanca y trabajar con Simeone. Ante esa fuerza, ante esos activos hay que creer. Aunque sea soñar despierto.

El otro día un niño paseaba por el museo del atlético mirando camisetas del doblete en una vitrina se volvió a su padre y le dijo «Papa, ¿que es Marbella?» Hay esperanza.

Del Atleti. Sin cláusula de rescisión. Fundador de #losTorristas. Madrileño de SF, California (los madrileños nacemos donde nos da la gana). Podcaster y cofundador de Esto es Atleti y This is Atleti

Comentarios (5)

  1. Leo y quiero soñar, pero son tantos y tan gordos los palos en la cabeza que nos ha dado el maldito gilismo que uno no se atreve a pensar en un futuro sonriente. Nos han robado el club y el derecho a soñar en un futuro feliz.

    El articulo, por cierto, brillante.

    Un saludo

    • Gracias Ivan. Es verdad que se vuelve cada vez más difícil soñar con el final del gilismo pero el presente nos permite atisbar que sin lugar a dudas otra realidad es posible.

  2. Un gran artículo, cuánta razón y cuánta pena. Hace casi 30 años nos robaron al atleti, ojala pronto la justicia nos pueda devolver lo que es nuestro #dilesqiesevayan.

    Aupa atleti siempre

    • Gracia Begoñe. Parece cada vez más difícil. Lo que nunca podemos dejar de hacer es recordar cómo es la realidad aunque nos quieran meter con calzador la versión de los hechos consumados que tanto le gusta a algún que otro periodista de cámara.

  3. Su titulo es la respuesta y solución.
    CHOLISMO COMO CURA DEL GILISMO.

    El Cholismo es la mismo que las cosas bien hechas y con un fundamento que solo quiere ver ganar al Atletico.

    En eso hay que mirar ahora.

    El Gilismo fue malo, fue muy malo. Pero también fueron malos otros dirigentes. Por eso voto por el presente. Por el Cholismo porque nos ha demostrado que vale la pena.

    Podemos aprender del pasado para no repetirlo. Eso es lo bueno de la Historía y aprender de la misma. Para poder utilizarla a nuestra disposición.

    Creer en lo que tenemos ahora mismo es es mi apuesta y creo que la de todos.

    Enhorabuena por sus palabras.

    Un saludo.