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Como en casa en ningún sitio

Simeone en hombros jugadores Atleti

Diego Pablo Simeone no ha parado de lanzar mensajes desde su llegada al Atlético de Madrid. Desde el ya consabido el esfuerzo no se negocia hasta el renombrado partido a partido. Mensajes que han ido calando mediante un permanente goteo en una tierra que estaba yerma desde hacía muchos años. Frases que no descubrían nada nuevo, otros las habían pronunciado antes por entrenadores que no convencían ni a los jugadores ni a los aficionados.

El mensaje que más me ha llamado la atención ha sido aquél en el que Simeone reclamaba a los jugadores un sentimiento de pertenencia al Atlético de Madrid. Como buen líder de un grupo de personas, Simeone sabe que todos los que lo integran deben tener el mismo objetivo si se quieren alcanzar las expectativas. La dificultad no está en saberlo sino en tener la capacidad de llevarlo a cabo. Aglutinar egos y voluntades tan dispares en función de un fin común.

El talento de cada futbolista es diferente, pero todos son igualmente fundamentales. No hay clases dentro del equipo. Unos días los elogios se los lleva la defensa, otros Koke y Arda Turan, al siguiente los delanteros. El jugador que antes escuchaba pitos ahora recibe una calurosa ovación. Al contrario de lo que ocurre en otros equipos importantes en los que la mayor parte de la atención está focalizada en un solo jugador, en el Atlético de Madrid todos tienen su cuota de protagonismo.

Simeone convence con su mensaje por el tozudo camino de los hechos. El método funciona: las victorias llegan, los puntos se suman, el Atlético de Madrid recupera el prestigio perdido, los futbolistas alcanzan convocatorias con sus selecciones.

De aquí sale el sentimiento de pertenencia al grupo. Cada uno es mejor futbolista y explota con más eficacia sus cualidades en tanto en cuanto pertenece al grupo. Si alguno flaqueara en este compromiso, todos serían un poco peores, el equipo se resentiría y nada funcionaría igual.

Por eso todos quieren seguir en el club. La dinámica vendedora que se convirtió tradicional en el club ha cambiado porque los futbolistas están convencidos de que en ningún otro sitio estarán mejor que en el Atleti. Por eso Juanfran rechaza una importante oferta, Koke, Manquillo y Óliver Torres renuevan su compromiso convirtiéndose en ejemplo de muchos niños que empiezan a jugar en las categorías inferiores. Por eso, Arda Turan desoye el insistente consejo de su agente y amplía su contrato.

No soñamos con futbolistas que quieran venir al Atlético de Madrid porque desde pequeñitos eran colchoneros. Soñamos con futbolistas que nazcan del Atleti, jueguen en el Atleti y se retiren en el Atleti. Que sean y pertenezcan al Atleti más allá de intereses mediáticos y campañas de prensa gratuitas.

Este sentimiento de pertenencia recuerda al fútbol de antaño, añorado con razón, por muchos nostálgicos. Es la esencia del fútbol. Los clubes se fundaron por grupos de amigos que dirigían el club al mismo tiempo que jugaban los domingos. Los futbolistas eran unos aficionados privilegiados que tenían el honor de enfundarse cada domingo la casaca rojiblanca con el escudo adherido al corazón. No se trata de volver atrás en este aspecto, es imposible. Sí creo que es cuestión de que aficionados y profesionales se sientan identificados los unos con los otros. De la comunión perfecta entre la grada y el césped sólo pueden salir éxitos deportivos.

Los futbolistas llegan con las maletas, las deshacen por completo y guardan toda la ropa dentro del armario del dormitorio. No las dejan medio hechas con la intención de no perder tiempo al salir corriendo. El Atlético de Madrid ya no es una posada del camino, es un hogar común, la casa donde todos se sienten insustituibles. Por eso, hoy, el Atlético de Madrid es el equipo más en forma de Europa.

Del Atleti por principios. Y hasta el final.

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